AUTOCUIDADO (I. parte): Efectos de nuestro estilo de vida
En este post vamos a dedicar un tiempo en pensar un poco en nosotras/os y en el estilo de vida que llevamos, en el tipo de situaciones que tenemos que vivir o soportar, en cómo afrontamos las diversas realidades del día a día y en cómo éstas influyen en nuestro estado de ánimo, en nuestra salud, nuestro cuerpo y nuestra energía.
Si estás leyendo este post es más que probable que tu situación familiar no sea la que esperabas y que los conflictos, los miedos y las dudas sean algo de tu día a día. Pero hoy no vamos a hablar de cómo solucionar esos conflictos, sino que conoceremos lo que esos conflictos pueden generar en nosotras/os, en nuestro cuerpo y en nuestra salud, no con el fin de asustaros, sino de que tomemos conciencia de la necesidad que tenemos de cuidarnos. Y ello no solo para cuidar nuestro cuerpo, sino también para disponer de mayor energía para afrontar las numerosas situaciones estresantes de nuestra vida.
En el siguiente cuento “el leñador y el hacha”, se nos muestra porqué a veces tenemos que parar y reflexionar sobre si estamos en el camino correcto o sobre qué cosas podemos cambiar.
El hacha y el el leñador, un relato breve sobre el estrés.
Un leñador se presentó un día a una oferta de empleo. Su maestría y determinación fueron suficientes. Le dieron el trabajo. Al día siguiente, se presentó en el bosque. Estaba tan ilusionado y con tantas ganas de demostrar lo que valía, que ese día cortó 18 árboles.
Todos se asombraron. ¡Nadie había cortado tantos árboles en un solo día antes! Pero el hombre quiso superar su propio récord al día siguiente.
– ¡Hoy cortaré más árboles aún!
Pero, por más que se esforzó, ese día no consiguió llegar a su anterior récord. Tampoco al siguiente. Ni al siguiente. Y, desesperado, fue a hablar con su jefe y le dijo:
– Lo siento, no sé qué pasa, que cada día corto menos cantidad de árboles… y no dejo de esforzarme al máximo. ¡Si no paro!
Entonces, su capataz le miró y le dijo:
– ¿Y desde cuándo no afilas el hacha?
– ¿Afilar el hacha? ¡Si no tengo tiempo para afilarla! – respondió él.
Todos y todas nos enfrentamos en nuestro día a día a múltiples exigencias de las cuales no sabemos o no podemos escapar, como pueden ser de tipo: social, laboral, familiar, económico…En esas situaciones nuestro cuerpo responde en ocasiones como si fueran amenazas y, como resultado, es posible que comiencen a aparecer problemas asociados que, con el tiempo y de no solucionarlas, es más que probable que puedan derivar en patologías físicas y/o psíquicas.
La forma en que las personas reaccionamos ante lo que nos ocurre varía en gran medida de unas personas a otras. Existen personas que se muestran relajadas acerca de casi todo, encajando lo que les ocurre con facilidad, y otras que reaccionan fuertemente al más mínimo estrés. Pero lo cierto es que las situaciones estresantes son parte de la vida y es posible que no podamos cambiar nuestra situación actual, aunque sí que tenemos que saber que muchas de ellas son autogeneradas y esas sí que podemos cambiar.
Hoy en día el estrés, la ansiedad y la depresión son las patologías que están experimentando un incremento mayor y los fármacos utilizados para su tratamiento son los que mayor crecimiento han experimentado en su consumo en los últimos años, principalmente a raíz de la pandemia, en la cual, su prescripción y consumo han subido exponencialmente.
Comprensión de cómo respondemos ante el estrés
Cuando nos encontramos con una amenaza percibida, bien se trate de una real o imaginaria, nuestro hipotálamo (una pequeña región en la base de nuestro cerebro) activa un sistema de alarma en nuestro cuerpo que libera una oleada de hormonas, entre ellas la adrenalina y el cortisol. Mucho se habla de estas hormonas, pero… ¿Qué generan en nuestro organismo?
La adrenalina aumenta la frecuencia cardíaca, eleva la presión arterial y aumenta los suministros de energía. El cortisol, por su parte, es la principal hormona del estrés. Aumenta los azúcares (glucosa) en el torrente sanguíneo y reduce las funciones que serían no esenciales o perjudiciales en una situación de lucha o huida. Altera las respuestas del sistema inmunitario y suprime el sistema digestivo, el sistema reproductor y los procesos de crecimiento. De la misma forma, se comunica con las regiones del cerebro que controlan el estado de ánimo, la motivación y el miedo.
¿Qué pasa cuando la respuesta natural al estrés se descontrola?
Generalmente, una vez que una amenaza percibida ha pasado, los niveles hormonales regresan a la normalidad y la frecuencia cardíaca y la presión arterial vuelven a los niveles iniciales y el resto de sistemas recuperan sus actividades normales.
Pero muchas veces no sucede así, cada vez con más frecuencia, los factores estresantes continúan estando presentes o aparecen nuevos, con lo que se produce una activación a largo plazo del sistema de respuesta con lo que la presencia de las hormonas antes señaladas se hace continuada y se incrementa el riesgo de padecer muchos problemas de salud que vemos a continuación.
Principales problemas relacionados con el estrés
Veamos cómo funcionamos por áreas y qué reacciones provocan en nuestro cuerpo los niveles altos y prolongados de adrenalina y cortisol.
- Sistema cardiovascular.
El aumento prolongado de la presión arterial puede acarrear posibles enfermedades crónicas del corazón, infartos y problemas cerebro vasculares.
- Sistema gastrointestinal.
La digestión y la absorción de los alimentos se alteran cuando hay demasiado cortisol en sangre. Se produce indigestión, irritación e inflamación de la mucosa intestinal lo que podría ocasionar úlceras, síndrome de colon irritable y colitis.
- Sistema inmunológico.
A mayor nivel de cortisol las defensas bajan, lo que puede derivar en enfermedades respiratorias, alergias y/o enfermedades autoinmunes.
- Sistema reproductor.
Las hormonas sexuales se producen en las mismas glándulas que el cortisol, por lo que el exceso de éste puede dificultar la producción de las hormonas sexuales y provocar infertilidad, falta de deseo, disfunción eréctil, interrupción del ciclo ovulatorio y de los ciclos menstruales…
- La piel.
Es el órgano más grande del cuerpo y todo lo que sucede dentro de nuestro cuerpo se refleja fuera y también se ve afectada pudiéndose producir un envejecimiento prematuro de las células. También puede provocar piel sin brillo o grasa, sequedad, descamación, escozor, picazón, caída del cabello, sudoración excesiva, uñas quebradizas, eczemas, herpes, psoriasis o acné…
- Cerebro.
Cuando los niveles de cortisol suben se hace difícil conciliar el sueño y más aún lograr un sueño profundo. Se entra en un ciclo que puede derivar en deterioro mental, falta de memoria y de concentración. Asimismo, la elevación de la presión arterial, afecta directamente a nuestro cerebro pudiendo producir dolores de cabeza, así como afectar a nuestros sentidos como el olfato y el gusto, inhibiéndolos, e incluso puede dañar la vista.
- Sistema metabólico.
El estrés, aunque pueda parecer lo contrario, es una de las causas del sobrepeso. Los altos niveles de cortisol en sangre y dentro de las células, ocasionan retención de grasa, sobre todo en el área del abdomen y retención de líquidos. Mayores antojos por alimentos altos en azúcar, grasas y carbohidratos. El desequilibrio de azúcar en la sangre crea un mecanismo que podría aumentar el riesgo de diabetes tipo 2.
- A todos los niveles de órganos y sistemas.
El cortisol alto, provocado por el estrés continúo, también puede ocasionar el síndrome de fatiga crónica, trastornos de la tiroides y trastornos psicológicos como demencia, depresión, ataques de pánico, neurosis…
Seguramente todas y todos hemos sentido o conocemos alguna persona que ha padecido alguna de estas dolencias y, si bien, el conocer todas estas posibles consecuencias adversas también puede asustarnos y provocarnos estrés y subida de adrenalina y cortisol, en vez de alarmarnos, sería recomendable que nos tomáramos el tiempo necesario para analizar nuestro estilo de vida y ver qué cosas podemos cambiar y comenzar a cuidarnos de lo cual hablaremos en el próximo post el cual saldrá en breve.
Os esperamos…
Si pudiera vivir nuevamente mi vida,
en la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos,
haría más viajes,
contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares a donde nunca he ido,
comería más helados y menos habas,
tendría más problemas reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata
y prolíficamente cada minuto de su vida;
claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría
de tener solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida,
sólo de momentos; no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca
iban a ninguna parte sin un termómetro,
una bolsa de agua caliente,
un paraguas y un paracaídas;
si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir
comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera
y seguiría descalzo hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita,
contemplaría más amaneceres,
y jugaría con más niños,
si tuviera otra vez vida por delante.
Pero ya ven, tengo 85 años…
y sé que me estoy muriendo.
(Poema atribuido a Borges, pero cuyo real autor sería Don Herold o Nadine Stair.)