CREA FAMA… Y ÉCHATE A DORMIR
Hay palabras en nuestro vocabulario que traen aparejada una connotación negativa de base, directamente y sin que lo pensemos. Una de ellas es la adolescencia. ¿Cuántas veces escuchamos en nuestro entorno a madres/padres que se quejan de la adolescencia de sus hijos/as? ¿Con qué frecuencia escuchamos críticas de lo que es la adolescencia en nuestra sociedad?
No pocas son las veces que hablamos o que escuchamos definir a los/las adolescentes como egoístas, desconsiderados/as, desordenados/as, que van a lo suyo, inmaduros/as, que no saben lo que quieren, que se creen muy mayores pero no son capaces, sin embargo, de acometer pequeñas responsabilidades para las que sí los consideramos preparados/as… Nos quejamos del tira y afloja que entraña la relación con ellos/as, ese baile entre dejarles hacer cosas y limitarles la libertad que tanto enarbolan, sintiéndose plenos de derechos y contribuyendo poco a las responsabilidades…
En todo ello podemos encontrar parte de verdad, qué duda cabe… Podemos ver reflejadas en estas características al/ a la adolescente tipo y no equivocar mucho nuestro juicio si esbozamos un dibujo general en torno a ellas pero… ¿tiene sentido hacerlo así?
Si estamos preparados/as para ver algo, lo acabamos viendo. Y si no lo estamos, pasa desapercibido para nosotros/as. Es como si programáramos nuestro cerebro, con todo su engranaje, para centrarse en algo en concreto. Atención, percepción, procesamiento… todos unidos y dirigidos a ver ese algo en concreto. Un ejemplo gráfico de esto sería el siguiente vídeo:
¿Cuántos de vosotros/as habéis visto al gorila entre los pases del balón? Repasemos el vídeo: estamos atentos en contar los pases, en que no se nos pase ni uno… y acabamos no viendo a un gorila que se pasea por la pista tranquilamente y sin disimulo.
Si llevamos este hecho a nuestra vida, podemos pensar que acabamos viendo aquellos aspectos en los que tendemos a centrar nuestra atención. Predisponemos al cuerpo a observar, captar y detectar.
Cuando estamos predispuestos/as a encontrar un tipo de respuesta en el/la otro/a, hacemos más probable captarla cuando se produce. Si estamos centrados/as en los pases del balón no vemos al gorila cruzando el campo…
¿Cuántas veces estamos esperando un mal comportamiento, una mala respuesta, un incumplimiento…en un/a adolescente y pasamos por alto otros gestos, que también se dan, y que van en una línea muchísimo más positiva?
O hacemos de menos su música, porque… ¿qué sabrán ellos de música si les gustan el reggaetón, el trap…?
¿Y qué sabrán ellos/as de ropa con las pintas que se ponen?
¿Y qué sabrán ellos/as de necesitar algo si lo tienen todo…?
Para gustos no hay nada escrito y ciertamente no nos tiene que gustar Rosalía ni nos tiene que parecer divertido pasar horas y horas jugando al LOL, ni tenemos por qué albergar la inocente idea de que uno/a se puede convertir en multimillonario/a apenas sin esfuerzo y tener un Maserati aparcado en el garaje… pero… ¿qué les transmitimos cuando lo que dicen, lo que les gusta, lo que llevan… nos desagrada? De manera directa o sin querer les mandamos el mensaje de que su mundo no vale como vale el nuestro y convertimos la diferencia en un problema. Y solo vemos problemas. Volvamos al vídeo del baloncesto y el gorila: vemos lo que estamos preparados para ver.
Igual es un buen momento para darle una vuelta a todo esto y predisponernos para ver qué de bueno tiene mi hijo/a adolescente pero… ¿cómo hago eso?
- Dar espacio a conocer sus gustos: acercarnos a la música que escucha, las series que suele ver, el cine que más le gusta, las redes sociales que utiliza o las personas que pueden ser sus ídolos o referentes puede hacer que conozcamos un poco más a nuestro/a hijo/a y el mundo en el que se mueve. Esto más que una escucha tras la cual dar nuestra opinión supone un acercamiento desde la curiosidad y el querer aprender.
- Fijarme en sus cualidades: muchas veces el conflicto habitual que vivimos hace que pongamos nuestra atención en aquellas características del adolescente que nos desagradan o que suponen una diferencia respecto a nuestra manera de hacer o pensar. Si ponemos nuestra atención en las cualidades, ¿qué encontramos? ¿En qué es bueno/a mi hijo/a? ¿Qué cosas hace bien? ¿Qué virtudes ven en él/ella sus amigos/as? Puede que en un primer momento nos cueste hacer una enumeración de varias, o incluso encontrar una por la que comenzar, pero también es probable que a medida que dirijo mi atención hacia ese punto aparezcan más que en un principio parecían no existir.
- Espacios para compartir: a medida que nos vemos inmersos en una dinámica de conflicto, nos apetece menos pasar tiempo con nuestro/hijo/a y vamos entrando en una inercia de tener cada vez más distancia. Inercia difícil de romper, porque, si lo que vemos son problemas, la tendencia natural y lógica va a ser alejarme de ellos… Pero entonces reducimos la relación a los momentos de tensión o conflicto, quedándonos sin la parte buena en la que disfrutar de la relación. ¿Cómo romper esta inercia? Una manera de hacerlo es plantear pequeños planes que se puedan realizar en conjunto teniendo en cuenta que, por edad, resulta complicado que los adolescentes quieren pasar tiempo con la familia, por lo que vale cualquier momento compartido que suponga estar a gusto y nos permita coger un poco de aire. Incluso aunque nos digan que no ante algunas propuestas, estarán recibiendo el mensaje de que queremos estar con ellos/as.
- Escucharles: los/as adolescentes tienen mucho que decir. Pertenecen a una generación distinta, con sus propios gustos, con sus facilidades y dificultades asociadas que pueden parecerse a las que vivimos con su edad o no, y tienen opiniones sobre lo que les rodea. Puede ser interesante sentarse a escuchar lo que piensan, los sueños que tienen, los miedos que pueden aparecer en su manera de entender su realidad, y todo esto únicamente se puede hacer si mostramos disposición a escuchar y lo hacemos sin emitir juicios de valor. Podemos ofrecer nuestra visión y nuestra ayuda, pero debemos comprender que el objetivo no es que ellos hagan lo que nosotros/as consideramos que tienen que hacer, al menos no en todas las cuestiones de las que hablemos, sino que puedan expresarse y que nosotros/as podamos entenderles.
No ha habido una sola generación que no haya discrepado con sus propios madres/padres… ¿por qué iba a ser esta la primera?