EXISTIÓ ALGUNA VEZ LA NORMALIDAD

Se habla en estos últimos tiempos de vuelta paulatina a la normalidad. Desde los servicios y recursos que trabajamos con familias con problemática de Violencia Filio-parental (dificultades en las relaciones, conductas agresivas, carencias comunicativas…) parece extraño acuñar con ese adjetivo las vivencias de situaciones, cuanto menos, complicadas de sobrellevar y gestionar en el día a día.

En este tiempo, hemos dedicado algunos de nuestros post a acompañar y alentar desde la distancia  a los padres y madres así como a las personas adolescentes que han tenido que verse en situaciones estresantes, de alta carga emocional, limitando muchas de sus relaciones de ayuda (tanto oficiales como cotidianas) que formaban parte de su red de apoyo.

Comenzamos a salir de un periodo de glaciación en el que las figuras de terapeutas y educadores/as así como otros profesionales involucrados en la intervención con familias, volvemos a tomar contacto con la extraña realidad. Todo un desafío el resituarse, filtrar emociones, distribuir la carga de haber  llevado a cabo la tarea con las limitaciones que la distancia impone, en una labor donde los gestos, las miradas o la cercanía establecida con los miembros de la familia, resultan tan necesarios e importantes.

Por ello, antes de continuar con la serie de post divulgativos que solemos incorporar en esta sección, desde el Centro Hobetzen queríamos hacer un pequeño alto en el camino, dedicando el espacio de esta semana a compartir algunas de las reflexiones que han ido surgiendo de cara a seguir con nuestra labor educativa y terapéutica de acompañamiento familiar.

 

PARA INTERVENIR…COMENCEMOS POR SENTIR.

Al igual que el protagonista, ¿quién no ha sentido en confinamiento, teletrabajo mediante, que a nivel profesional le ocurría algo parecido con las familias con las que estaba tratando? El parón ha puesto una prueba no sólo para los recursos personales de las familias, también la capacidad de cambio, adaptación, coherencia y constancia propios, que tanto solemos trabajar desde el otro lado de la mesa.

Al igual que el baile del protagonista por intentar rescatar el mayor número de avellanas, los malabares por mantener la relación de ayuda con las familias nos han llevado en muchas ocasiones a compartir emociones de frustración, pérdida, impotencia, desánimo… que tantas veces hemos escuchado en boca de los/las protagonistas que acuden a nuestro programa.

Sin embargo, aunque nadie nos habló de esta fase de introspección profesional, en mayor o menor medida nos han llevado a empatizar de una manera diferente y más profunda con las familias, comprendiendo lo complicado que debe resultarles transitar por un proceso de cambio y renovación no exento de esfuerzo y valentía.

 

APRENDER DE LA EXPERIENCIA COMO CLAVE PARA LA PRAXIS POSITIVA

La intensidad de las emociones que se han vivido, ha traspasado seguramente en muchos casos  a la esfera personal, dejando huella en la manera de relacionarnos con las familias. Algo así como lo recogido en otros artículos, cuando hablábamos de la impronta que deja en los miembros de una familia las situaciones de violencia filio-parental vividas y cómo ello marca el rumbo de sus acciones.

Por eso, uno de los puntos claves que como profesionales en intervención directa con situaciones de violencia filio-parental convendría poner en práctica estos días, es nuestra propia gestión emocional: ¿Cómo me siento respecto a esta familia?¿Cuál es mi rol en la relación terapéutica dentro del sistema familiar?¿Me percibe la familia como recurso eficaz?¿Cuáles son sus expectativas entorno a mi figura? Y añadiríamos…en este momento en concreto ¿en cuánto me asemejo al protagonista del vídeo?

Junto con la clarificación de emociones, el humor es otro importante factor que no debemos olvidar como herramienta para relativizar y relajar las situaciones de tensión acumuladas.

La comunicación sobre la que tanto hincapié hacemos a las familias, adquiere para nosotros/as ahora también una especial trascendencia por su doble objetivo: sentir el alivio que procesan las palabras y vaciarnos de emociones propias que en un momento dado de la interacción con las familias, pueden dar lugar a contratransferencias o cogniciones distorsionadas.

¿QUÉ HA OCURRIDO MÁS ALLÁ DEL VIRUS?

A un nivel más especifico, durante la cuarentena, como si de un experimento se tratara y dado la complejidad y dimensión ecológica de la VFP, hemos podido comprobar cómo, la casuística familiar ha transitado por diversos polos. Compartimos algunas de las observaciones que probablemente, muchos de los recursos en los que tratáis de forma directa o indirecta con familias con ésta problemática podáis estar detectando:

 

  • Mayor tiempo de lo habitual compartido en familia, que magnifican las observaciones de carácter negativo, patrones de interacción disruptivas, escaladas simétricas, alianzas de desequilibran el sistema.
  • Aumento en la percepción de factores estresantes principalmente por parte de los progenitores, no tanto por el incremento de elementos agravantes, sino por la intensidad de las condiciones ambientales: imposibilidad de salir, reducción de las vías de respuesta alternativas como la evitación o escape de momentos críticos puntuales.
  • Sentimiento frustración e incapacidad movilizado por emociones de tristeza, miedo, ansiedad, soledad o falta de recursos presentes de manera habitual.
  • En otro extremo del continuo, nos hemos encontrado con casos de virulencia y casuística de calado, cuya sintomatología se ha visto atenuada, contenida o reducida. Dentro de las hipótesis explicativas, cabe pensar que las familias han puesto en práctica aspectos trabajados a lo largo de la relación de ayuda; hayan existido otra serie de distractores reduciéndose las interacciones conflictivas; o el propio sistema haya activado recursos latentes que, en los momentos explosivos de crisis permanecían en un segundo plano.

Estas observaciones dejan sin embargo patente, la convergencia de diferentes variables de naturaleza multifactorial (estresores, moderadores, mediadores…) sobre los que es importante seguir estudiando y observando de cerca.

EL EFECTO REBOTE POST CONFINAMIENTO

Dice el refranero popular: “vísteme despacio que tengo prisa”, recordándonos que una adecuada resolución, conlleva en gran medida poder adaptarse a los tiempos que cada cambio precisa.

Sin embargo, ante la intensidad de la parálisis, desde el Centro Hobetzen nos preguntamos si a nuestra vuelta, querremos los/las profesionales suplir con inmediatez lo ocurrido en el seno de las familias con VFP durante este tiempo, viéndose de esta manera nuestra vinculación con ellos modificada.

La Violencia Filio-parental es una problemática pluricasual que necesita medidas profesionales rigurosas y eficaces.

–>Si la intensidad transmitida por las familias nos sitúa en una posición de angustia, podemos sentir la necesidad de solventar toda dificultad de forma apresurada, actuando desde la sobrecarga emocional. Corremos entonces el riesgo de caer en actitudes sobreprotectoras,  mostrando dificultades para contener de manera eficaz a las familias.

–>Por el contrario, podemos percibirnos en una postura más autoritaria, tomando decisiones desde nuestro propio criterio, movilizados por la ansiedad de sentir que hay que recuperar de manera eficiente el tiempo “perdido”. Esta postura podría generar resistencias para avanzar por parte de la familia, reviviendo emociones de incomprensión asentadas ya en la propia convivencia.

Por tanto, queremos insuflaros a todos/as los profesionales que por alguna u otra vía llegáis hasta estas palabras en primer lugar mucho ánimo, para que sigamos codo con codo con nuestra labor. En segundo lugar, una mirada renovada, con la que observar las realidades tan complicadas con las que nos encontramos con esperanza y perspectiva de futuro. Y por último, fomentar la curiosidad y el conocimiento en torno a la VFP para que nuestra labor no se vea sesgada; redefinamos estos tiempos como una nueva perspectiva que no distanciamiento.