SI LA URGENCIA REBOSA LA PACIENCIA

Si hay una palabra que ronda todos los ámbitos y estamentos en los tiempos que corren, esa palabra es URGENCIA: urge atender a personas, urge facilitar recursos, urge dar con soluciones, ser eficaz y efectivo, tratar de no equivocarse… Ante un fuego, se insta a los bomberos a que desplieguen todos sus recursos a la mayor brevedad posible, pero ¿qué ocurre con los procesos terapéuticos, psico-educativos, asistenciales o incluso de acompañamiento cuando la urgencia toca a su puerta?

Lo que desde el Centro Hobetzen queremos plantearos, no es una solución a tantos y tan importantes interrogantes que surgen y urgen en torno a las familias y personas con las que os encontraréis en vuestra labor diaria. Lejos de panaceas, nos gustaría facilitar un espacio de reflexión y por qué no, de toma de contacto desde la calma, sobre el efecto que la premura pueda tener en la relación de ayuda con familias.

 

METÁFORAS QUE METACOMUNICAN REALIDADES.

 

Una caravana que iba por el desierto se detuvo cuando empezaba a caer la noche.

Un muchacho, encargado de atar los camellos, se dirigió al guía y le dijo:

– Señor, tenemos un problema. Hay que atar a veinte camellos y sólo tengo 19 cuerdas, ¿qué hago?

-Bueno -dijo el guía- en realidad los camellos no son muy lúcidos. Ve donde está el camello sin cuerda y haz como que lo atas. Se va a creer que lo estás atando y se va a quedar quieto.

El muchacho así lo hizo. A la mañana siguiente, cuando la caravana se puso en marcha, todos los camellos avanzaron en fila. Todos menos uno.

– Señor, hay un camello que no sigue la caravana.

-¿Es el que ataste ayer porque no tenías soga?

-Sí ¿cómo lo sabe?

-No importa. Ve y haz como que lo desatas, si no va a creer que sigue atado. Y si lo sigue creyendo, no caminará.

 

EL MUCHACHO ENCARGADO

Los estresores internos y externos que como profesionales podamos estar viviendo actualmente, nos pueden conducir a un tipo de relación con las familias atendidas similar al de la metáfora expuesta. El muchacho, nos estaría hablando de la necesidad de obtener datos e información objetiva, a partir de la cual construir una rápida hipótesis de trabajo que agilice la puesta en marcha de soluciones/gestión de recursos: ¿Qué podemos hacer con sólo 19 cuerdas? nos preguntamos entonces.

Muchas de las familias que acuden al Centro Hobetzen con problemática de Violencia Filio-Parental, se podrían identificar también con ese muchacho: la incomodidad, el malestar, el propio conflicto interno (entre otras muchas variables), provocan una gestión de los posibles recursos, como abordábamos en el anterior post, por debajo de las capacidades con las que un individuo/sistema familiar cuentan.

 

De esta manera, la relación con las familias queda muchas veces supeditada a depositar en el “experto” la esperanza de que el “camello” pueda ser liberado para continuar su camino.

Pero, si ambos integrantes de la relación de ayuda se posicionan como muchachos, corremos el riesgo de eliminar de la ecuación el importante factor de contención que favorece los procesos psicoeducativos y psicoterapéuticos.

Cuando el sentimiento de angustia inunda ambas partes de la relación de ayuda, las dudas y los miedos hacen que recurramos a los datos estereotipados, influenciado/a cada observador/a en la búsqueda de explicaciones por su teoría de referencia.

Nos perdemos así las singularidades de las personas e historias familiares que tenemos delante; Operativizamos gran cantidad de datos a través de nuestra lógica para hacerlos menos abstractos y sí más útiles, pudiendo entrar así con urgencia en acción.

 

EL GUÍA

Decía Rosenberg, psicólogo estadounidense creador de la Comunicación no violenta y experto en la resolución de conflictos desde el intercambio de información de manera pacífica que “cuando las personas con poder saben lo que la familia necesita hacer, la voz de la familia con frecuencia no es escuchada”.

Desde el Centro Hobetzen, creemos que este puede ser otro de los polos en los que la urgencia puede situar a los protagonistas de una interacción de ayuda: la necesidad de la persona profesional de influir en los tiempos que el propio proceso necesita. Con ello, corremos el riesgo de transitar por dos caminos muy diferentes:

  • Adoptar como profesionales un rol autoritario, avalado por los constructos de protección, conocimiento, control… que responden más a una necesidad propia que a la expresada por la familia.
  • Conectar con el enfado, como consecuencia de las resistencias encontradas en el proceso. Las cuales además, mantienen a través de la circularidad el estancamiento en contra de establecer un vínculo genuino y terapéutico.

 

LA IMPORTANCIA DE ESCUCHAR LA TEORÍA DEL CAMELLO

La metáfora alrededor de la cual hemos analizado el papel de los/as profesionales que trabajamos con familias, no deja de guardar gran similitud con las interacciones y objetivos que trabajamos en el día a día con las familias que acuden al Centro Hobetzen.

Hemos pretendido resaltar que lo trascendente de la historia no radica en identificarnos con alguno de los dos polos de interacción presentados, sino en el ser conscientes de la manera en la que nos movemos en ese continuo de interacciones, procesos, etc. Sabiendo que los datos, los estereotipos, las primeras impresiones, incluso la intuición respaldada por años de trabajo, son sólo la brújula a la que debemos mirar para orientar nuestra labor en los momentos de presión.

Valorar la hipotética hipótesis que el “camello” otorgue al origen de sus problemas, debiera ser otro campo de exploración a no perder de vista. En nuestro caso concreto, como recurso especializado en Violencia Filio-Parental, consideramos que tan importante como conocer las características descriptivas (rango de edad, sexo, tipo de violencia ejercida, agravantes, moduladores…) que facilitan desplegar los recursos de manera más sistemática, es importante tomarnos su tiempo en analizar otra serie de variables. Aquellas que contribuyen a explicar las motivaciones iniciales de las personas adolescentes para implicarse en este tipo de conductas, así como las atribuciones que realizan los padres y madres sobre el origen y mantenimiento del problema familiar, más allá del que nosotros podemos otorgarle.

 

En esa línea, queremos rescatar los hallazgos en esta materia de dos investigaciones pioneras en este análisis cualitativo:

  • El primero de ellos encontró que, las madres relacionan los actos violentos contra ellas o contra los padres por parte de sus hijos/as debido al temperamento de los segundos, los padres al mal funcionamiento de la ley y las instituciones, y los adolescentes apelan al uso de la violencia aprendida dentro de sus propios hogares (Calvete et al., 2014).
  • Las teorías implícitas que los padres y madres tienen sobre el inicio de las conductas violentas, señalan el cambio a secundaria como uno de los factores detonante, que se ve agravado de manera particular por el tipo de amistades, los consumos, dificultades que encuentran desde su papel de padre/madre para hacer cumplir normas y límites u otros modelos familiares con lo que tienden a compararse (Moral, Martínez y Suárez, 2015).

 

QUE LA FALTA DE CUERDAS NO SEA UN PROBLEMA

Toda la información recogida por estas líneas cualitativas de trabajo resulta de suma importancia, no solamente para conocer con mayor profundidad este problema social, sino también para diseñar e implementar acciones preventivas desde los distintos escenarios de desarrollo infantil, adolescente y de estilo parental que parecen influir en la aparición de la VFP. Por tanto, muchachos, camellos y guías son importantes en nuestra labor de ayuda y merecen ser escuchados con tiempo y en su debido tiempo, para perfilar la posición y motivación desde la que vivencia “la realidad” cada uno.

La intervención con las familias, procedamos de las bases teóricas que sean y más allá del cargo desde que lo hagamos, requieren de versatilidad y flexibilidad, que a su vez requieren de tiempo para ir construyendo las hipótesis de trabajo pertinentes, analizando a la par la casuística de cada caso: único e incomparable.