VIOLENCIA FILIO-PARENTAL QUE IRRUMPE EN LA ADOPCIÓN

Si algo tenemos claro los y las profesionales que trabajamos en el Centro Hobetzen es que ser madre-padre es una labor ardua a la par que emocionante. Los sentidos no son indiferentes a muchas de las historias que resuenan en nuestro día a día y que a su vez nos conectan a través de la memoria con nuestras propias vivencias familiares.

Y aunque exista un denominador común en los elementos que vertebran vuestras vivencias, en esta ocasión queremos hacer una aproximación a un tipo de ejercer la parentalidad y la marentalidad en la que contemplamos ciertas peculiaridades a lo largo de nuestra trayectoria profesional.

Nos referimos a los sistemas familiares constituidos a través de la adopción.

 

SI LO RECUERDO… ES REAL

No digas tonterías, ¿cómo vas a recordar eso si tan sólo tenías cuatro años?”- responde un padre en sesión ante la revelación de su hija adolescente, cuando narra el recuerdo que tiene de su vida familiar por aquel entonces.

“¡Claro que me acuerdo! Como si fuera hoy mismo”– responde la hija desde un nivel de activación que pareciera estar experimentando en sesión el enfado, la indefensión o el temor al que hacen referencia sus palabras.

Es algo habitual, sobre todo en madres y padres de personas adolescentes, tender a pensar que vuestros hijos e hijas carecen de un gran almacén al que acceder, más allá de la memoria de su teléfono móvil. Este tipo de razonamiento está enmarcado dentro de las falsas creencias que en ocasiones rigen la relación filio-parental y que de alguna manera, son un recurso que la mente utiliza para simplificar las miles de tareas a las que tenéis que hacer frente como cuidadores.

Las situaciones traumáticas tienen mucho más impacto emocional cuanto menos edad se tiene en el momento de dicho acontecimiento.

 

La idea de ojos que no ven… corazón que no siente, parece muchas veces estar más arraigada en personas que han pasado por un proceso de adopción para conformar una familia.

Las situaciones ambientales y relacionales que rodean un proceso de adopción no quedan exentas de ser importantes estresores, capaces de dejar huella en el recuerdo del/la menor. Las vivencias generan así determinadas emociones percibidas como reales, por su intensidad e impacto, que servirán a vuestros hijos/as de guía para experiencias futuras, incluso si el escenario en el que se viven está a miles de kilómetros de su origen.

 

ESTRÉS = PELIGRO = DEFENSAS

Las vivencias de la madre y el padre biológico parecen influir incluso durante el embarazo según apuntan cada vez más estudios. Muchas adopciones tienen su origen en embarazos y situaciones de pareja complicados donde, la falta de recursos materiales y/o psicológicos, los conflictos,  situaciones de desprotección o peligro les llevan a tomar dicha decisión.

Este proceso que hemos resumido en pocas líneas resulta ser algo más complicado en la práctica. El cuerpo de la madre durante el embarazo, es capaz de sufrir una serie de cambios fisiológicos como respuesta a dichas situaciones estresantes que favorece la liberación de altas dosis de cortisol, también conocida como hormona del estrés.

Niveles muy altos de cortisol en sangre pueden repercutir directamente en el desarrollo del bebé en aspectos tan relevantes como el nivel neurológico, impulsivo, emocional, comportamental y cognitivo en el futuro.

Pero los adultos no son los únicos que sufren estrés. Los niños/as y personas adolescentes también experimentan esa sensación a modo de malestar, derivado de diversas vivencias que pueden abarcar: desde la sensación de desprotección a la de peligro intenso para el cual, sienten como necesaria la activación de mecanismos de defensa que rebajen su alarma interna.

En niños/as y personas adolescentes que han vivido en orfanatos, instituciones o familias desestructuradas previo a la adopción, pude ser habitual la continua activación de este sistema de “supervivencia”, pudiendo llegar a quedar el cerebro programado en estado de alarma de forma permanente.

 

LA INTERACCIÓN “CEREBRO-RELACIONES” MOLDEA QUIENES SOMOS

Tal vez seáis madres y padres que forman parte de las estadísticas en las que se afirma cómo, un gran número de niños y niñas que pasan por un proceso de adopción son diagnosticados/as de trastorno de hiperactividad, atendiendo a la excesiva activación con la que parecen percibir estímulos para los que cabría esperar una respuesta de menor intensidad.

 

Lo cierto es que el tipo de reacción “desproporcionada” que podáis apreciar en vuestro hijos/as cuenta con una explicación algo menos reduccionista, que a nuestro entender aúna múltiples factores en su conformación. Por un lado, estarían los efectos de las vivencias traumáticas a nivel cerebral y por otro, el tipo de relación con el que vinculéis y comprendáis la cara menos amable de aspectos que acompañan a una adopción.

 

En esta ocasión pondremos en foco en el cerebro, para hablaros de las relaciones en la siguiente entrada. Nombramos aquí algunas de las estructuras que pueden quedar afectadas por las vivencias traumáticas en vuestros hijos/as:

  • Hipocampo: les ayuda a consolidar la memoria y el aprendizaje.
  • Amígdala: interviene en el autocontrol, y es el lugar donde recuerdo y emoción quedan almacenados conjuntamente como en paquetes a los que poder recurrir en diferentes circunstancias.
  • Cortex frontal: les permite dirigir la conducta hacia un fin, planificar, influye en la capacidad de generar un discurso fluido, participa en procesos de motivación y por supuesto, mantiene relación estrecha con el estado emocional que vivencian en cada momento.

Ante una situación catalogada por vuestros hijos e hijas como “pequeño inconveniente”, la liberación  desmesurada de cortisol puede llegar a bloquear estas funciones, generándose situaciones de caos y desorganización en las que, las emociones propias y las ajenas difícilmente son entendidas y menos aún reguladas.

Por ello, la parte observable de todo este complejo proceso, terminan siendo las conductas inapropiadas que vuestros hijos e hijas ponen en marcha como resultado de ese gran malestar interno.

 

LA MALETA DE VIAJE DE LOS/AS NIÑOS/AS ADOPTADOS/AS

A menudo escuchamos en boca de padres y madres hablar en sesión sobre la normalidad: “ser una familia normal”, “que mi hijo/a tenga unas conductas normales”, “que reaccionen de forma normal”…

Desde nuestra experiencia con multitud de familias, desde el Centro Hobetzen concluimos que, no hay nada más extraño que la normalidad. Su propia definición oficial como “algo que se halla en su estado natural, habitual”, nos sirve para comprender mejor que, lo normal en niños/as y personas adolescentes que han vivido un proceso de adopción, es reproducir este mecanismo de activación que tan bien conocen, al constituir su única herramienta disponible para relacionarse con el mundo.

Como madres y padres protagonistas también del proceso adoptivo, parece por tanto inevitable sobrevolar el interrogante de si estáis dispuestos a comprender esa normalidad con la que vienen vuestros hijos e hijas, para comenzar a construir un nuevo sistema familiar que incorpore múltiples realidades con normalidad.

Ya que, independientemente de la causa, ante situaciones de activación, habréis podido encontraros con pautas de actuación como:

Rabietas llamativas y dificultad para controlarles cuando son pequeños.

– Estado de alarma permanente, sintiendo que cualquier cosa les altera.

Alta reactividad al estrés.

Inestabilidad emocional.

– Se comportan como niños mucho más pequeños de lo que son, dificultando la relación con sus pares.

– Manifestación de conductas muy temerarias, o por el contrario, respuestas temerosas, sin que ninguno de los comportamientos sea coherente a la intensidad con al que lo percibimos los demás.

No aceptación de la autoridad de padre/madre o profesores.

 

Y EN LA ADOLESCENCIA ¿QUÉ?

En la adolescencia entran en juego nuevas variables que complican aún más el proceso óptimo de adaptación. Hay que sumarle el sufrimiento de muchas personas adolescentes cuando comprenden plenamente lo que significa ser adoptado y entran en contacto con el abandono, el duelo o sentimientos pasados de carencia. En esta etapa del desarrollo, las manifestaciones de rabia y malestar que no saben gestionar y expresan con agresividad, son interpretadas como algo personal en vuestra contra, mala educación o falta de capacidades.

Un área que suele verse afectada con frecuencia es la escolar, tanto por las dificultades para consolidar conocimientos, como por las carencias relacionales al no saber acomodarse a las demandas de los iguales, siendo muy difícil empatizar con emociones ajenas.

 

FIN DE LA PRIMERA PARTE

Con este post nos hemos querido centrar en lo que desde el Centro Hobetzen pensamos que es un granito de arena en una temática tan compleja y un tanto olvidada en ocasiones. En la próxima publicación nos sumergiremos en mayor profundidad en aquellos aspectos de la relación que pueden favorecer vuestra labor de madre y padre adoptantes desde una posición de calma y cercanía.

Si ser padre y madre hoy en día implica aprender a confeccionar un libro de instrucciones con pequeñas claves para la crianza, serlo a través de un proceso de adopción parece necesitar parejo un diccionario que traduzca de manera fina, partes de esos dos mundos paralelos que convergen en un momento determinado.

Esperamos a través de estos posts poder acompañaros en esa nueva lectura y escritura de vuestra historia familiar.